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domingo, 27 de noviembre de 2011

EL AMOR EN EL ESPEJO


Quererse a uno mismo siempre ha tenido mala prensa. Desde que Narciso, enamorado de su reflejo en un lago, se cayó dentro y se ahogó, miramos con aprensión a la gente que se mira en los espejos (siempre que no seamos nosotros, claro). Pero la historia de Narciso no habla de amor. Habla de enamoramiento. Y el enamoramiento, lo mismo que el sexo, puede tener alguna relación con el amor, pero no es lo mismo. Sería confundir el azúcar con el café, por más que se mezclen son distintos.

El drama de Narciso fue (aparte de no saber nadar) que no se quería a sí mismo.


Quererse a uno mismo es, por extraño que parezca, un asunto completamente impersonal. Es quererse de la misma forma que se puede querer a un niño, sobre todo si es "nuestro" independientemente de que sea mejor o peor, se porte bien o mal, sea guapo o feo. No se le quiere por como es, sino como es.

Porque sí.  

Quererse, siendo una cuestión tan simple, y que, como hemos visto, no depende absolutamente de nada, debía estar al alcance de cualquiera. Y lo está, es solo que no nos damos cuenta de que nos queremos. Sea  por lo que sea hemos aprendido a pensar que el amor, y todo lo que nos hace felices, no está dentro de nosotros sino fuera.  

Y ahí fuera es donde lo buscamos. Mira unos ejemplos sacados de "canciones de amor":

Yo sin tu amor no soy nada.
¡Me haces tan feliz!
Ella se fue y me rompió el corazón.

Esta es la única persona que puede hacerte feliz


Quede claro que me parece estupendo eso de buscar el amor "ahí fuera". El mundo sería un lugar muy sombrío si nos encerráramos en ese amor propio (que ahora se ha puesto de moda llamar "autoestima") que sentimos y no nos relacionáramos con nadie. Pero el punto que quiero dejar claro es que el hecho de saber que tenemos suficientemente amor dentro, que tenemos para dar y regalar, nos pone en una situación
más favorable para amar a los demás sin depender de ellos.

Sin confundir amar con necesitar.

Porque hay veces (veces que duran vidas enteras si te descuidas...) en que, volviendo al tema de los espejos,  sentimos que necesitamos tener un espejito mágico que nos diga a todas horas qué somos la más bella, o el más guapo. Que valemos lo suficiente, que somos lo suficientemente buenos para que nos quieran, vaya. Y así, de paso, nos damos permiso para querernos también nosotros un rato.

Y lo peor es que el espejo al que le hacemos la pregunta, llenos de ansiedad (¿me quieres hoy, espejito?) no está colgado en la pared sino que es un ser de carne y hueso que vive con nosotros: Nuestra pareja.

Si por casualidad estás pasando por un momento de "espejismo" como el que acabamos de ver, un momento de dolor, de sufrimiento, de falta de fe, te propongo que hagas lo siguiente:

Acude a un espejo, a un espejo de verdad, y dile en voz alta o en voz tan baja que solo él pueda oírla:

No necesito a nadie para ser feliz. 
Tengo tanto amor dentro que me rebosa.

Y una vez que hayas hecho esta declaración  podrás firmar con un beso al cristal o con una simple sonrisa antes de decirle bye bye para siempre al espejo. Y tomarte un té, o un café, o una copa de vino, o poner música, o simplemente no hacer nada y cerrar los ojos un rato y abrir bien los oídos para escuchar esa voz serena que habías olvidado, ese susurro que te habla desde dentro y te dice que te quiere porque sí, que no tienes que hacer nada ni convertirte en nadie diferente para merecértelo.

Que no te hace falta ningún espejo, humano o de los otros, que te diga Te amo. 

 Lo cual, aparte de ser maravilloso para ti, también le quitará un peso de encima al espejo...

domingo, 20 de noviembre de 2011

VOLVER AL AMOR


¿Es posible volver a enamorarse de la misma persona, volver a enamorarla, reenamorar?

La respuesta más corta es no. La más larga es esta: es posible volver a sentir el amor, volver a vibrar, volver a disfrutar con esa persona.

 El amor, como dice la canción, no tiene horario, ni fecha en el calendario, pero el tiempo, tanto en el amor como en los demás asuntos humanos, tiene la costumbre de avanzar, o al menos de no ir hacia atrás. Por eso esta respuesta resulta un tanto confusa: se puede volver a sentir todo el amor del mundo, pero los momentos del principio, la ilusión del principio, esa se queda ahí. Es como la ilusión que sentíamos la noche antes de empezar un viaje, es normal que dé paso a otras sensaciones.

 Lo que ocurre es que en un momento dado de nuestro viaje con otra persona hemos echado el freno, hemos dejado de sentir. Nos han entrado un montón de miedos que nos han hecho detenernos y mirar con mucha distancia las cosas. Preguntarnos. Juzgar. Dejar de DISFRUTAR la otra persona y empezar a analizarla. Lo cual resulta tan lógico como si un niño se quedara mirando la nubecita de azúcar que estaba ricamente comiéndose y empezara a reflexionar sobre el sentido último de esa nube, y sobre si es la nube adecuada que necesita para realizarse como persona...

 Cuando, como consecuencia del análisis o empacho mental, dejamos de sentir (muchas veces, curiosamente a base de preguntarnos qué sentimos o qué siente la otra persona) lo lógico es que empecemos a mirar atrás, hacia esos mágicos primeros tiempos en que no nos preguntábamos nada y sentíamos. Pero el hecho de que esos tiempos fueran mágicos no quiere decir que no haya más magia esperándonos. LA HAY.

Eso es lo que vas a descubrir en estas páginas, en este viaje, si decides acompañarme...